Sé que no tengo a alguien que me hable todos los días, a
alguien que me mande caricias furtivas y besos desesperados en las madrugadas,
en los amaneceres, en todo momento. Sé que no tengo a quien hablarle de mis
problemas y mis actitudes irreverentes ante la gente, sé que no tengo a quien
suspirarle palabras al oído cuando no entiendo una película. Sé que no tengo a
nadie, pero a la vez tengo a todos.
Con quien hablar de música, de política, de ambiente, de
moda, de celos y de traiciones. Se que tengo una duda aquí, en el pecho, que me
carcome el alma y me desintegra a
pedazos las noches que suspirando se alejan los motores de la vida, de la
fuerza, del sexo, del compromiso.
Besos furtivos que se desintegran a medida que me acerco. Te
recuerdo, te extraño, te siento, pero a la vez te alejo, me alejo, nos
alejamos. Esta mierda es de dos.
Recuerdos olvidados cuando la situación se sale de control y
con las pocas palabras que haces me desbaratas, me atas, me desatas y me matas
con poesía olvidada en callejones de esquinas encontradas.
Sé que no tengo a nadie, y sé que en ciertos momentos me
gustaría tener, pero lejos de la situación de declive que tengo no supero que
te siento, que te tengo, que te entrometes en la situación de la vida
cotidiana, de la salvedad de las pisadas, de las arrimadas, de los besos sin control,
de las lenguas que te desbaratas para seguir siendo lo que siempre quisimos
ser, verdades ocultas en situaciones ambivalentes que suspiran aromas rendidos
en situaciones insolentes.
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